Cuadro de la pintora: Santa Robaina Rodriguez
Transcurrió un año hasta que por una cabriola del destino sus miradas volvieron a cruzarse. Desde la muerte del yorkshire, Ruperta no había vuelto a pisar la calle. Ese día amaneció soleado, impidiéndole disfrutar de ver como bailan los paraguas bajo la lluvia. La ventana de su jaula se encontraba en la quinta planta de un edificio situado en una céntrica plaza de la ciudad.
Transcurrió un año hasta que por una cabriola del destino sus miradas volvieron a cruzarse. Desde la muerte del yorkshire, Ruperta no había vuelto a pisar la calle. Ese día amaneció soleado, impidiéndole disfrutar de ver como bailan los paraguas bajo la lluvia. La ventana de su jaula se encontraba en la quinta planta de un edificio situado en una céntrica plaza de la ciudad.
Fulgencio, había convertido en rito matutino la acción de oler cada una de las prendas del vestuario que usaría. Una vez finalizado el placer que le producía, se miraba en el espejo satisfecho de su aspecto gentleman. Bajaba la escalera con el cuidado de no tocar la barandilla de caoba, que para mantener su brillo hacía limpiar tres veces al día. Saludaba a la vieja Tata y desayunaba en el porche ojeando el periódico.
Miró al cielo. Hacía sol, no importaba, jamás dejaba el paraguas en casa, tampoco la bolsa vacía de unos grandes almacenes. “Quizás pueda repetir la hazaña del año pasado” –Pensaba, siempre, mientras acariciaba el mango. Anduvo por los aledaños de la zona comercial, cuando sintió que la espera había finalizado. Continuó con el ritual iniciado dos horas antes. Esta vez, en sentido inverso. Abrió la bolsa, depositó la corbata, la chaqueta. Aceleró el paso desabrochando el primer botón de la camisa, el segundo, el tercero, los puños. Inspiró profundamente y dejó el torso al aire. Detuvo la marcha para quitarse los zapatos que encaró por las suelas. Se quitó el cinturón y, haciendo equilibrios para que la bolsa no tocara el suelo, se sacó una pernera, la otra, los calzoncillos. Abrió el paraguas, con la mirada fija en el epicentro desplegándose cual capullo en primavera.
Miró al cielo. Hacía sol, no importaba, jamás dejaba el paraguas en casa, tampoco la bolsa vacía de unos grandes almacenes. “Quizás pueda repetir la hazaña del año pasado” –Pensaba, siempre, mientras acariciaba el mango. Anduvo por los aledaños de la zona comercial, cuando sintió que la espera había finalizado. Continuó con el ritual iniciado dos horas antes. Esta vez, en sentido inverso. Abrió la bolsa, depositó la corbata, la chaqueta. Aceleró el paso desabrochando el primer botón de la camisa, el segundo, el tercero, los puños. Inspiró profundamente y dejó el torso al aire. Detuvo la marcha para quitarse los zapatos que encaró por las suelas. Se quitó el cinturón y, haciendo equilibrios para que la bolsa no tocara el suelo, se sacó una pernera, la otra, los calzoncillos. Abrió el paraguas, con la mirada fija en el epicentro desplegándose cual capullo en primavera.
Su excitación subió al visualizarse en los escaparates con tan seductora apariencia. Entonces, emprendió una carrera, mientras metía mano a las señoras, pellizcaba traseros, cruzaba pasos de peatones en rojo, saltaba delante de alguna pareja de jubilados, sonreía a los niños. En esa contra reloj entró a un supermercado por una puerta y, antes de salir por la otra, “Oh dios, un hombre desnudo ¡y con paraguas!”- exclamó la carnicera. Agarró la tetilla de una cajera, se la apretó dos veces como si fuera la bocina de un coche antiguo. Un niño que lo observaba, rió saltando de alegría y Fulgencio le hizo un guiño de complicidad.
Al fin, alcanzó la plaza donde lo detuvieron el año anterior. Las sirenas, el bullicio, las risas, las murmuraciones, se convirtieron en la banda sonora de su momento de gloria. Tuvo el tiempo justo para clavar la mirada en otra que le correspondía, desde la ventana de un edificio. En un amago de reverencia, hizo el ademán de obsequiarle el paraguas. Ruperta aceptó el brindis, atornillando, remachando y perforando los segundos para no escapar de aquel instante. Se le iluminó la cara como en los días lluviosos, cuando los paraguas cobran vida.
Parece que todas las ideas estén en el aire y ocurre que algunas encajan como un zapato hecho para un determinado pié. Eso me ocurrió ayer, cuando vi el cuadro de Santa Robaina. Pensé, es la imagen perfecta para la historia que anda por mi cabeza ¡Y me encanta!. ¡Y se lo pedí!, así pues, le agradezco la gentileza de que aceptara a mi petición para este humilde y nuevo espacio.
ResponderEliminarQuerida Pilar, estábamos deseando que desabrocharas los botones de tu blogger para saber qué habías escrito. Indudablemente aún mejor de lo que ya presentíamos, tus relatos no solo dejan volar la imaginación sino que como si de un escaparate se tratase miramos lo que está fuera de nuestro alcance. Un relato que coquetea con la realidad lo hace aún mas fantástico. No quiero terminar sin agradecer enormemente que se dieran las condiciones necesarias para que tu relato y mi obra se encontraran, es como si hubiese feeling entre Fulgencio y Ruperta. Mis felicitaciones, un beso bien fuerte.
ResponderEliminarMe has enganchado a tus relatos. Los disfruto mucho. Son agudos, originales, divertidos, tiernos, profundos... Que ese poder creativo no pare.
ResponderEliminarUn beso.
Hola Pilar, he visto que tenía un nuevo seguidor en mi blog y tu logo me ha traído hasta aquí, por descontado cuenta con mi visita porque este relato que me ha dado la bienvenida ha sido como una bocanada de rebeldía y espontaneidad que solo los adultos reprimimos, el niño se rió claro, ¡cómo no iba a hacerlo al ver a un adulto comportarse como un niño, es tan raro!
ResponderEliminarTus hilvanes son certeros y creo que más que un zurcido te ha salido un bordado.
Me gustan tus historias, Pilar, así como Gloria, festejo que hayas pasado (aunque silenciosamente) por mi blog.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo.
HD
Querida Pilar, tu relato ma ha ha hecho dar vueltas a algo que me molesta sobremanera, que es la intolerancia. Es la primera palabra que me vino a la cabeza. Si cada uno de nosotros tolerasemos lo que los demas quieren hacer con su vida, con su cuerpo, con su "mecanismo"... , este seria un mejor mundo, claro, siempre y cuando nadie atente contra la libertad del otro. Muchas gracias por tu deliciosa historia, Bs
ResponderEliminarMe han gustado mucho tus relatos... cada día desde que te conozco te superas y me sorprendes con tus palabras.
ResponderEliminarLeyendo tus relatos me has recordado a Paul Auster...¿por qué? no te sabría decir.. pero ha sido mi impresión.
¿Para cuando un libro de relatos cortos? ¿o de cuentos? seguro que tienes algunos escritos por algun rincón de tu ordenador...
Espero tu próxima "entrega"...
Besos!!
Un bonito relato. Un saludo.
ResponderEliminarPilar eres muy buena escritora. Enganchas :)
ResponderEliminarUn abrazo.
Hermosa historia
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato, eres original en tus historias. Enhorabuena.
ResponderEliminarun fuerte saludo
fus
Un relato que guarda cierta ternura a pesar de tratarse de un exhibicionista :)
ResponderEliminarSaludo.
Pilar, he leido dos veces este magnífico relato, no por falta de comprensión, sino para disfrutar de los detalles, la ternura y espontaneidad con la que dotas a los personajes.
ResponderEliminarUn abrazo
Me ha parecido fantástico, Pilar. ¡Adoro a Fulgencio! ¿Qué hará el próximo año cuando salga de la cárcel...? Ya me los imagino a Ruperta y a él inventando escándalos varios.
ResponderEliminarNo tiene hilvanes el relato, encaje de puntilla de buena artesanía.
Un abrazo grande.
Relato bien detallo, que permite seguirlo sin dificultades
ResponderEliminar¡Cómo me ha gustado este relato!, Tienes una capacidad enorme para enganchar tremendamente con tus historias, en este caso tan original y simpática.
ResponderEliminarRealmente un personaje de lo más curioso, siendo feliz dando rienda suelta a su libertad de ropajes.
Me ha encantado, hilvanas de lujo y tus zurzidos son bordados.
Un abrazo.
Dios!!!
ResponderEliminarMe muero de envidia!!!!
Y no es broma, así que no podré jajaja, aunque estoy feliz de leerte. Es una gozada de lectura y una lección de escritura
Tiene todo lo que debe tener a mi juicio
Genialidad, originalidad, ternura y comicidad
Además de un ritmo, que no decae la atención, ni un sólo segundo
BRAVO!!!
Paso a la continuación!
Besotesssss
No me extraña que sea tu preferido, tiene genialidad, hilaridad, figuras que hacen pararse a pensar ¡me ha encantado!
ResponderEliminarNunca este blog será un vocablo mudo para mí, bien al contrario.
Cariños