miércoles, 24 de febrero de 2021

SANTIDAD


Mi madre era pinche en un restaurant de carretera donde paraba gente de paso; también clientes habituales que transportaban mercancías de lo más variopinto. Cierto día dejó la cocina para sustituir a un camarero enfermo. Y en el comedor se produjo el chispazo de química con un chófer parecido a un artista de cine. Desde entonces, la pasión se reanudaba cada vez que a él le tocaba esa ruta. Fueron tiempos pletóricos, hasta que desapareció de su vida sin un adiós. Pero de aquellos encuentros hubo consecuencias: ¡Yo!

La primera vez que me sintió en su vientre estaba pelando papas. Soltó el cuchillo, miró al cielo tiznado de la cocina y luego contempló el tubérculo que aguantaba en la otra mano. Supo a ciencia cierta que era una señal del Altísimo. Amén, susurró emocionada tras santiguarse… Me bautizó con el nombre de Santidad.

Murió joven…, yo tenía diecinueve años. Los ahorros que guardaba en una lata de galletas no daban para mucho, así que compré diez números iguales de lotería de Navidad. ¡Esta vez el Altísimo sí estuvo de mi parte! No he parado de viajar, aunque de ningún modo iré a Roma. Me causa desasosiego estar tan cerca del Vaticano. El psiquiatra me asegura que las supersticiones acaban por superarse. No debe ser muy buen profesional… Buscaré a otro con consulta online que no utilice cámara, de esa manera no detectará la urticaria de mi cara cuando hablo del asunto. 

© Pilar Cárdenes

viernes, 5 de febrero de 2021

PROCESOS

 


Sin saberlo previamente he caminado por las huellas de personas que nacieron en mi pensamiento. Jamás se encarnaron, pero sus luces y sus sombras yacen en algún lugar desconocido para favorecer el nacimiento de otras que aguardan impacientes. Tal vez…, quizás el sibilino proceso de la creación solo se acomoda cuando logramos rechazar aspiraciones, eligiendo el gozo de cabalgar a lomos de un potro de cartón. 

© Pilar Cárdenes

domingo, 31 de enero de 2021

MICRORRELATO

 Desde la cesta practicó su último coqueteo guiñándole un ojo al verdugo. 

© Pilar Cárdenes

lunes, 28 de diciembre de 2020

PÉREZ GALDÓS


Cuentan las nubes que con su pluma fue derritiendo el cemento hasta desenladrillar el centro de la isla para que todos sus paisanos pudiéramos observar el universo donde él habita desde hace cien años.

A la vista está que la pintura no es mi fuerte, pero fue la válvula de escape durante el confinamiento. Un día se me ocurrió poner a don Benito en mi cuadro de cielo enladrillado y montañas de colores, que desafiaban la realidad de tonos volcánicos donde está inmerso el roque Bentayga.

Hoy caí en la cuenta de que “vocablo mudo” no había hecho referencia alguna a nuestro canario más universal en el centenario de su fallecimiento. Así pues, en la medida de mis posibilidades, con todo respeto, orgullo y admiración pongo mi granito de arena plasmando su nombre en este humilde blog. 

¡Arriba Galdós!

martes, 8 de septiembre de 2020

ABECEDARIO EN BUCLE

 

ABC, masculló mi viejo editor por séptima vez. ¿Qué se traería entre manos? No tuve la cortesía de preguntar si necesitaba algo porque aún estaba inmersa en la efervescencia de los personajes, situaciones y de la prisa por entregarle el manuscrito que esperaba desde hacía semanas. Era una persona comprensiva y no me hizo reproche alguno. Me invitó a un refresco. Luego sacó una serie de documentos antiguos, entre ellos: un ejemplar de la “Gaceta de Manila” donde se anunciaba el estallido de la guerra a finales del siglo XIX. Estados Unidos invadiría el archipiélago para poner fin al dominio español. 

El tiempo voló. Durante un par de horas estuvimos hablando de cuestiones ajenas al motivo que me había llevado a su despacho. Aquel hombre era una fuente de inspiración. Me había generado tantas ideas para un hipotético próximo trabajo que desde entonces no paro de canturrear: Ei,Bi, SI, Di, I, Ef…, todo el abecedario y vuelta a empezar. 

©Pilar Cárdenes

miércoles, 24 de junio de 2020

BORRACHERA

Como una travesía bíblica en el desierto pasaron cuarenta días, con sus correspondientes noches, sin que la población saliera de sus casas. Desde mi ventana disfrutaba los primeros rayos de la alborada abriéndose paso en el horizonte. Luego regresaba a la cama para escuchar la alegría de los pájaros y hasta el canto lejano de algún gallo. 
El día parecía discurrir tan deprisa que la oscuridad se echaba encima antes de lo que hubiera deseado. Sin embargo, también era un placer contemplar la ciudad silenciosa de ojos chispeantes mientras ocurrían a saber qué historias en tantos hogares. Una de esas noches observé la felicidad de los edificios, contoneándose borrachos de luna llena.

Acrílico 50x20
© Pilar Cárdenes 

lunes, 18 de noviembre de 2019

MIEL ÁCIDA: MI ÚLTIMA NOVELA


No por ser la última es la más nueva. ‘Miel ácida’ tiene una larga andadura que comenzó antes de que escribiera ‘Hábito blanco’. De vez en cuando la retomaba, le hacía cambios, correcciones, aparecían personajes, situaciones y toda la pesca. Al final me propuse terminarla porque es la única de mis novelas cuyas tramas se desarrollan en mi archipiélago -bueno, alguna no-. Pero también porque el escenario principal está en Gran Canaria… Y porque nunca se sabe cuando llega la Mujer de la Guadaña. Afortunadamente, mi amiga Oteaba Auer se encargó del diseño de la cubierta, de maquetar el ebook y también del formato papel de 286 páginas.

Los invito a leer algo más de dos capítulos en Amazon

Pilar Cárdenes

miércoles, 24 de julio de 2019

PI Y LAR

La letra griega π, como signo matemático que empieza con el famoso 3,14, será tan infinito como la cinta formada con el 8 acostado, o la profundidad de los agujeros negros. Pero necesito descender y poner los pies en la tierra para ver las cosas en su justa medida. Creo que a π se le desprecia cuando solo se aplica en geometría. La auténtica esencia de pi escrita en español, por griega que sea ella, es un placer mental, como lo es la lectura de los filósofos oriundos de aquella península en el Mediterráneo oriental.    
Cada jueves de madrugada, me concentro en el enigma de π escrito en lengua viva. He descubierto que si la pongo junto a un cálido lar, descolgado de cualquier crucigrama, forman un soporte rígido imposible de curvar. Entonces experimento la misma sensación de armonía que cuando contemplo el fuste y los capiteles de las columnas dóricas, jónicas y… ¡Esas, esas! 
En consecuencia, no se puede desacreditar a pi porque las letras y las palabras no podamos defendernos físicamente. Es de justicia aplicar a la ilustre letra, creadora de tan intensas emociones y que cuenta con su correspondiente mayúscula; he ahí la prueba del algodón “Π”… ¡Oh cielos, me quedo sin el selfie! Las neuronas me traicionan, los números me atacan… me pierdooooo! 
¿R3g3saré?
Fdo: Mari3,141….pasando por el Lar 59….SOS 384…
©Pilar Cárdenes

miércoles, 3 de julio de 2019

EL SUEÑO DE LA SEPIA

En el punto álgido de la enfermedad, Pedro ya no escuchaba ningún consejo sobre lo que debía hacer o no. Marina conocía la dolencia de su amigo. Supo que poco a poco percibiría que sus palabras se irían alejando… Y Pedro se introdujo en un sueño espeluznante; un sueño donde una espesa bruma de color marrón claro y matiz rojizo lo envuelve todo, aunque siente los pies sumergidos en el agua. Personas y cosas solo se diferencian por las aristas y un escaso relieve. 
La desolación es tan enorme, penetrante y real que Pedro toma conciencia de que difícilmente saldrá de ese mundo. Marina no se aparta de su lado. Aguarda preocupada. Desearía hacerle llegar unas alas transparentes para que emprenda el vuelo, dejando atrás una pesadilla que jamás olvidará… Pero las horas caen y se amontonan hasta que llega la noche para asesinar al día. Marina duda que regrese. Ambos sufren la misma desesperación… Quizás nunca debió pedirle que escribiera “El sueño de la sepia”. 
©Pilar Cárdenes
           A Olga Correas. Suyo es el título.

domingo, 2 de junio de 2019

LA MALETA

Escuché varios intentos fallidos abriendo la cerradura del trastero. Por fin muchos objetos recibimos la claridad del exterior. Otros no. Mabel rezongaba cambiando cosas de lugar hasta que me tocó el turno. Me colocó al lado de la puerta; el sol estaba besucón. Y me agarré a la esperanza de que volviera a usarme; yo fui su primera maleta. Tengo experiencia en cintas de aeropuertos, estaciones de tren, bajos de autobuses y guardo innumerables secretos de su estancia en pensiones de diferentes ciudades.
Mabel sabía que mi vejez es un seguro antirrobo, pero en su estatus actual le resulto vergonzosa. Luego debió encontrar lo que buscaba porque dejó de protestar. Se acercó, me acarició y trató de pegar mi piel desgajada. Aquel gesto silencioso estaba preñado de multitud de posibilidades. Más aún cuando me abrió la tapa y con infinita delicadeza rozó mi interior. Del único bolsillo lateral sacó una caja de cerillas de un bar de carretera. En su mirada percibí una vaga melancolía que me era familiar. 
Y cuando tuve la completa seguridad de que saldría del trastero, me llevó a ocupar el lugar de una joven maleta de fibra con código. Pero yo era más gruesa y, a patadas, me encajó al lado de un espejo mohoso. Entonces aquella claridad de esperanza, única luz que había alumbrado mi vejez, se desvaneció antes de que cerrara la puerta. 
Me cuesta describir el sufrimiento que se apoderó de mí cuando en la oscuridad, la pesadumbre del abandono me envolvió de nuevo. Nunca he preguntado qué sienten mis compañeros de trastero; ellos hablan cuando verifican que estoy profundamente dormida. Eso me lo dijo una silla sin asiento antes de que la llevaran a una hoguera de San Juan… Cada año la recuerdo.
©Pilar Cárdenes

sábado, 11 de mayo de 2019

DESAYUNOS

Ayer leía un texto precioso de una querida amiga. Ella es pintora y estaba feliz por la llegada de las musas a su taza de café con leche. De inmediato pensé en lo folios que yo ponía al lado de la mía cuando tenía la ilusión de escribir novela. Los personajes me acompañaban y siempre fueron muy generosos... De esa etapa conservo la costumbre de desayunar con una libreta en la mesa porque la inspiración sigue intacta. Cada mañana escribo cosas de lo más dispar que no irán a ninguna parte, pero matan el gusanillo y me alegran el rato.
© Pilar Cárdenes

viernes, 3 de mayo de 2019

EL LIBRO DE URBANIDAD

Según Wikipedia, las 110 variedades de lirios están consideradas las flores más bonitas del mundo. Ayer estuve con Lirios, una amiga especial, y lo es por un montón de razones. La más importante: "es persona de ley", que decían mis abuelos. En el jurásico éramos vecinas. Su madre hacía los flanes más ricos que he probado en la vida y su padre fue testigo de mi boda. 
             Durante décadas nuestros pasos siguieron caminos diferentes. Solo el destino se encargaba de que, cada cierto tiempo, nos cruzáramos en algún aeropuerto. Siempre nos asaltaba el entusiasmo. Rápidamente nos poníamos al día, nos contábamos a dónde íbamos o de qué lugar regresábamos; nunca coincidimos en el vuelo. 
             La semana pasada, me llamó para decirme que tenía que devolverme un libro. Se lo había prestado hacía más de cuarenta años... Ayer regresó a mis manos el libro de urbanidad de las Teresianas. Pero yo no podía permitir que la biblioteca de Lirios llorara la ausencia del ejemplar, y se me ocurrió que ese vacío tratará de llenarlo un humilde "Ensayo de la tontería". Por suerte para él, Urbanidad habrá enseñado a sus compañeros como se recibe a un recién llegado por insignificante que parezca… 
            Ayer, Ensayo tuvo el privilegio de sentir el regocijo que produce acomodarse entre buenos amigos. Ayer, yo ratifiqué que la sabia de los lirios es mucho más hermosa que el colorido de sus pétalos.
© Pilar Cárdenes

domingo, 4 de noviembre de 2018

AUSENCIA

Con su madre era capaz de vivir cualquier nimiedad como una experiencia asombrosa. Pero nunca pudo recordar a qué edad la había introducido en el placer de ampliar la vida con estallidos de irrealidad, sin perder de vista el límite de los mundos o fantasías. Conservaron la complicidad, incluso cuando estaban separadas por miles de kilómetros. Una época en que los números no se mostraban en el teléfono, pero ambas sabían a quién escucharían al descolgar.

Años más tarde, continuó escuchando a diario aquel timbre de voz alegre, jovial, cariñoso, pícaro... Y de repente se dio cuenta de que ese número ya no asomaría en su casa… Desde entonces, cuando la ausencia la visita, desnuda los pensamientos, enmudecen los colores y la sombra no extraña la luz hasta que el aroma a rosas invade una estancia concreta de su casa.
©Pilar Cárdenes

jueves, 16 de agosto de 2018

LA REINA DEL SOUL Y EL REY DEL ROCK

A estas horas todos sabemos que hoy murió Aretha Franklin; sus canciones forman parte de la banda sonora de mi vida. Creo que son varias generaciones las que nos entristecemos por su pérdida y agradecemos el impagable legado. Una constante en su música fue la de estar ligada a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, de tal modo que recibió de manos de George Bush la Medalla Presidencial de la Libertad, la mayor condecoración para un civil estadounidense. Solo los grandes entre grandes sobreviven a los avatares del tiempo, convirtiéndose en clásicos.
          La enfermedad terminal no hacía presagiar que nos diría adiós el mismo día que lo hizo Elvis Presley, 41 años atrás. Ella nació en Memphis y él falleció en esa misma ciudad. Curiosamente, en una lista sobre las mejores voces publicada en el 2008 por la revista Rolling Stone. Aretha Franklin quedó en primer lugar, seguido de Ray Charles y  en tercer lugar Elvis Presley.
Reina del soul, descansa en paz.
Desde este humilde espacio… I say a Little prayer
Pilar Cárdenes

lunes, 16 de abril de 2018

RESUCITADA

Hoy descorro los visillos temblorosos del olvido. Esos velos con los que el tiempo sepultó algunas experiencias de mi niñez: fragancias, alegrías, música o juegos. También sucesos de familiares y amigos que no he vuelto a ver; algunos ya muertos y otros desaparecidos. Esta última palabra me rompe el corazón por las circunstancias en que dejé de ver a mi primo Sergio… Sin embargo, hoy haré un esfuerzo para sostenerme sobre la cuerda floja que es mi historia y la de mi familia en aquella España en blanco y negro.
Mi abuelo paterno, Don Cosme, enviudó joven y con nueve hijos que sacar adelante fruto de diez años de feliz matrimonio. Su esposa, mi abuela Doña Carmen, había sido una mujer hermosa, delicada, cultivada, amante de la equitación y heredera de una gran fortuna, así que después de la boda él se convirtió en la persona más influyente de la comarca.
Pero una mañana surgió la fatalidad: a mi abuela se le desbocó el caballo con el que había salido a pasear y cayó por un terraplén hasta el fondo de un barranco. La recogieron con un halito de vida que se fue apagando durante los siguientes días. Al fin, la sonrisa indefinible de sus labios quedó congelada y sus ojos clavados en la imagen de la Virgen del Carmen que habían colocado cerca de su cama.
Don Cosme, loco de desesperación, se tiró sobre ella suplicando que no lo abandonara y preguntando a Dios porqué lo castigaba de ese modo… A duras penas sus allegados lograron separarlo. Luego, vencido por la tragedia, se sentó en una esquina del dormitorio con la cabeza entre las manos. De ellas colgaba un trozo de encaje del camisón, arrancado en el forcejeo. Lo más conmovedor fue que de sus ojos ardientes no aflorase lágrima alguna que pusiera en entredicho su masculinidad. 
Los presentes trataron de darle consuelo, elogiando su entereza, mientras la noticia corría como la pólvora. De inmediato se presentaron las plañideras. Tan desgarradores eran los gritos que fueron invitadas a producirlos desde la calle.
Pilar Cárdenes
Así comienza el primer capítulo del primer relato de una recopilación que he publicado en Amazon con el título genérico: Ensayo de la Tontería

miércoles, 14 de marzo de 2018

PLATAFORMA AMARILLA: PÍO-PÍO

Hace unos años, mi amiga Oteaba Auer contó una historia sobre las plataformas: “Amoríos en el mar” (enlace). Obviamente, no me ofrecía credibilidad alguna hasta el día de hoy en que una vecina tocó el timbre con tanta insistencia que logró despertarme. Estaba sudorosa y hablaba atropelladamente.
Al parecer, una nieta de Yellow Green de Todos los Mares se acercó a la costa con el fin de abrirse paso tierra adentro. Era mucho más grande y arrogante que su abuela. Además otras plataformas se habían unido a la causa y la invasión estaba servida.  


Los edificios de diez, doce y quince plantas se sintieron indefensos. Pero el más chiquitín, a fuerza de ser infravalorado, había desarrollado algunas capacidades que le permitían subsistir. Y en un acto de extrema astucia gritó: Pío-Pío, Pío-Pío. Entonces Yelow Green se detuvo unos instantes, valorando aquellas palabras. Sin lugar a dudas, su piel era color Pío-Pío y en su mirada siempre estaba el mar, como les ocurría a los monstruos de cemento.
El resto de inmuebles aprovecharon  el titubeo de la plataforma para corear al mequetrefe… Según relata mi vecina, el grito se extendió por toda la ciudad y pueblos de la isla. La potabilizadora, depuradoras de aguas residuales y otras desalinizadoras usaron su fuerza para llegar a todo el archipiélago. Con ese clamor retumbando en el océano,Yelow Green no se disculpó, ¡faltaría más! Sin embargo, prometió traer familiares y amigos para impedir que alguna vez se hagan prospecciones petrolíferas en aguas canarias.
Desconozco cuánta veracidad hay en este chisme. La vecina, con el móvil entre sus manos temblorosas para mostrarme las imágenes, me dijo que por último, al compás del Pío-Pío, Yellow Green de Todos los Mares se desplazó silbando hacia mar abierto… 
© Pilar Cárdenes

lunes, 22 de enero de 2018

LAS FICHAS DE MARLON BRANDO

La emblemática actuación de Marlon Brando en "El Padrino" necesitó cierta ayuda. Los vocablos mudos que le asaltaban, motivados por una enorme pereza o incapacidad para memorizar sus diálogos -decían algunos-, fueron solventados de mil maneras. Robert Duvall, compañero de reparto, mostró esta imagen en una exclusiva entrevista. Sin embargo, se sabe que Marlon Brando desde el inicio de su carrera cinematográfica utilizó tarjetas de referencia que requerían una colocación inteligente: lámparas, cuadros, puertas, etc. Siempre en la línea de visión de su personaje. Incluso en la película de Ford Coppola, en  la escena del jardín con Al Pacino, Brando alzó la mirada y había una enorme indicación con texto en el aire, dijo Duvall.
          Se cuenta que una vez le preguntaron por qué las utilizaba. “Porque puedo leerlas de esa manera”, respondió zanjando cualquier conato de pregunta. Por su parte, Robert Duvall confiesa que trató de seguir el método de Brando, pero no le funcionó.

Pilar Cárdenes